Construir el poder es tanto un arte, como un vicio. Y creo que Kirchner entendió muy bien que para cambiar el sistema, hay que estar muy dentro de él. Por eso dedicó su vida a construir una gran maquina, una enorme parafernalia… El mismo.
Quizá también haya sido, en el mejor de los sentidos, un brillante maquiavélico. Una persona que debió realizar una transvaloración de todos los valores morales. Revisar sus principios para dejarlos de lado en muchas ocasiones y decir: “Esto va por la causa”.
Supo utilizar a Menem, la antitesis de sí mismo, para escalar como gobernador, a un antagonista como Duhalde para trepar presidente, y a un enemigo como Magnetto para que no lo molestara durante su gestión.
Pero a todos les dio la espalda, en el momento justo, en el lugar indicado. Riesgos enormes, del tamaño de los enemigos que se creaba en la historia. Pero sabía que él era más.
Puede cuestionársele su patrimonio neto, sus negocios inmobiliarios con las tierras fiscales en El Calafate, sus cuentas hipotecarias a tasas superlativas, su nepotismo… Pero todo gira en torno a lo mismo: Crear poder. No hay nada, en este sistema, que tenga más valor que el mismo dinero. Ni siquiera el apoyo popular, que termina siendo la misma nada frente al poder de las corporaciones. Por eso manipuló el INDEC, porque entendió que sus cifras estaban directamente atadas con las de la deuda, una deuda ilícita y sin auditar que heredamos de gente que nos gobernó sin ser elegida. Entendió la atadura que había entre la inflación y nuestra dependencia de los organismos de crédito y, con el costo político que tuvo, lo intervino para hacerlo funcional a la causa.
Sus medios pueden ser tranquilamente ser puestos en tela de juicio, pero creo que su causa era noble. Era de corazón, del mismo corazón que dijo basta una mañana y terminó con la aventura.
Ayer fui a Plaza de Mayo a ver cómo se despedía a un hombre así y a la vez para sumar una cabeza más al montón, para mostrarle a los buitres que su presa sigue igual de bien cuidada que antes. Pero creo que en el fondo, yo sólo pensaba eso para tranquilizarme.
Creo que Kirchner era un león que cuidaba a la manada de noche y de día. Que no dormía pensando que podían acercarse a sus cachorros. Y sus cachorros no eran sólo argentinos: eran los bolivianos, cuando desde Santa Cruz asustaban a Evo… Eran ecuatorianos cuando la policía se levantaba por cambios en su sueldo… Eran hondureños cuando a Zelaya lo sacaban del lugar donde lo puso la gente… Su tierra era el sur, y con eso no se jodía.
Kirchner fue un loco, un transgresor y por eso se ganó mi apoyo. Me mostró los lobos que había disfrazados de corderos. Bajó el cuadro de Videla, le dijo que no al ALCA en la cara de Bush, terminó el indulto, apoyó a Chaves cuando el mundo hablaba de que era un demonio, le dijo a la sociedad que los diablos también usaban sotana, abrazó a Fidel y luego le pagó la deuda al FMI –y logró una relativa independencia económica pro-sistema-, rompía el protocolo por diversión, provocaba por oficio y gobernaba por profesión.
Fue un padre hasta para las Madres. Un abuelo, para las Abuelas.
Cuando el 27 me desperté escuché bocinazos. Mi abuela festejó y me dijo “uno menos”. Miraba por la ventana y los vecinos, de los balcones, gritaban “vamos carajo”, entre aplausos y gritos. En la televisión, hablaba Cobos. Julio Cesar Cleto Cobos. Si, “Cristina, Cobos, y vos”. Ese que por ego viola la Constitución y se siente heroico por permanecer en un lugar “hostil”, cuando el “hostil”, es el por estar en un puesto que debería tener alguien funcional y no antagónico.
Y cuando murió, me sentí sólo.
¿Y ahora? ¿Quién podrá defendernos?
Como te reírias, Pingüino, si leyeras el diario. Si vieras la tele y escucharas quienes te lloran. Ahora descansa tranquilo, que corriste 60 años sin dormir.
Llegaste al podio,
Felicitaciones.
Un abrazo.
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