domingo, 13 de junio de 2010

Un viaje salvaje al corazón del periodismo Gonzo Decadente y depravado, mejor que el sexo


Nota del autor: Corto escribe el que teme no ser leído.

No más juegos. No más bombas. No más paseos. No más diversión. No más natación. 67. Esos son 17 años más que 50. 17 más de los que necesitaba o quería. Aburrido. Estoy siempre hecho una puta. No hay diversión-para nadie. 67. Te estás poniendo quejoso. Actúa cómo lo viejo que eres. Relajate… Esto no va a doler. Pum.

Un disparo de una .357 le perforo la sien. No le importó la presencia de su hija, de su hijo o de su nieto. Hunter siempre decía que se sentiría atrapado si supiera que no puede suicidarse en el momento en que se le cantara hacerlo. Cómo durante toda su vida: el llevaría control de los hechos. Nada ni nadie más.

Se acabó la joda, el chiste de Hunter Stockton. Su máquina de escribir ya no servía. La sangre seca impedía tipear con normalidad. Había muerto el ícono de la muerte del sueño americano. El periodismo Gonzo quedaba huérfano, decapitado. Pero más vivo que nunca.


Mescalina, LCD, ether, hachís, metanfetaminas, ansiolíticos, a repartirse entre las cuatro comidas diarias. Esa fue la dieta de Hunter o Raoul Duke, como se hacía llamar cuando iba encubierto, o Doctor, cómo lo que en verdad era. No existe registro escrito del fundador del Gonzo que pueda pasar por un antidoping sin un preocupante positivo. Una dosis normal de lo que el Doc consumía en un día podría haber matado a cualquier ser humano en su primer ingesta, incluso a un oso grizzly de más de 200 kilos. Pero él era mucho más fuerte.


La enormidad de su ego hizo que Hunter jamás pudiera faltar en los escritos de Hunter.
Sus textos-sumamente influídos por personajes cómo Allen Ginsberg o William Borroughs, que luego terminaron siendo amigos suyos- fueron una gran paradoja: si bien jamás podrá leerse nada menos parecido al periodismo clásico que el Gonzo, nunca habrá texto más informativo, descriptivo y cautivante que el suyo. Un relato perfecto de lo oculto. La habilidad de Hunter radicaba en un simple hecho: hacer de sus historias realidad virtual. Él no mostraba, él te metía en la historia. Su primera persona era uno mismo.

El consumo indiscriminado y masivo de drogas le dio a sus crónicas un toque especial. Cada relato era una vívida experiencia de desesperación, locura, psicodelia y velocidad.

En 1974 lo entrevistaron para la revista Playboy, olimpo del nuevo periodismo. Allí, Hunter apuntó: “A diferencia de Tom Wolfe o Gay Talese, yo nunca trato de reconstruir una historia… Ellos dos son mucho mejores periodistas de lo que yo soy”. Tom Wolfe en respuesta años más tarde describió el estilo del Doctor cómo “parte periodismo y parte memorias personales condimentadas con poderes de invención salvajes y una retórica aún más salvaje”.


La cotización del valor de la firma del Dr. Thompson aumentó tras firmar lo que fue su posterior libro Hells Angels. Un relato en primera persona de su infiltración en una banda de motoqueros criminales que se dedicaban a tomar pueblos seleccionados a dedo y destruir todo lo que había en ella.

A eso le siguieron la reconocida Pánico y Locura en Las Vegas (protagonizada por dos amigos suyos, Benicio del Toro y Johnny Depp) y Pánico y Locura en la Ruta de Campaña para las Elecciones de 1972, que le valieron una gran cantidad de fanáticos.



Pánico y Locura en Las Vegas es el resultado de una cobertura de 250 palabras que Hunter debía realizar en el estado de Nevada de una famosa carrera llamada Mint 400. La nota, que sería una breve reseña, terminó por ser una crónica de más de 2.500 palabras repleta de drogas, descontrol y poca carrera. Sports Illustrated, la revista que se la había encargado, la rechazó de manera rotunda. El que vio algo en la nota fue Jann Wenner, editor de la revista Rolling Stone, que le encargó que además cubriera la Convención Nacional de Oficiales Antinarcóticos que se estaba llevando a cabo también en Las Vegas.

Fue así como con "...dos bolsitas de marihuana, 75 pellets de mescalina, cinco papelitos de acido altamente concentrado, un salero repleto de cocaína, una galaxia entera de pastillitas de colores para despertarse, dormirse o reírse, antipsicóticos, media botella de tequila, un cuarto de rum, una caja llena de Budweiser, un frasco con ether y dos docenas de nitrito de amilo”, Hunter Thompson revolucionó el periodismo y la literatura contracultural.

El libro que le siguió, Pánico y Locura en la Ruta de Campaña para las Elecciones de 1972, marcó una nueva forma de periodismo político. Hunter siguió durante todo un año a los distintos candidatos en sus giras y le contó al público de la Rolling Stone las contradicciones, fursios, falacias, verdades, mentiras y promesas que fue escuchando de cada candidato durante toda la ruta.


Entre las anécdotas más recordadas del autor, se encuentra la relatada por Jack Nicholson. “La primera vez que lo conocí estábamos en un casa, yo estaba con un amigo, y cuando nos vio rápidamente sacó un arma y nos apuntó sin motivo, tuvimos que huir por la ventana y correr”, contó el actor.

“No recomendaría las drogas, el alcohol, la violencia o la insanidad a nadie, pero siempre me funcionaron a mi”, solía decir el periodista. Resulta impensable y sin sentido imaginar el periodismo Gonzo limpio y sobrio. Su esencia radica en lo contrario.

Cuando la cosa se vuelve rara, los raros se vuelven profesionales y eso fue lo que ocurrió con el nacimiento del Nuevo Periodismo en los años setenta. Y Hunter Thompson fue un Doctor.

Al maestro con cariño.

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