Cada grupo de amigos es un mundo aparte y eso está demás aclararlo. Pero con el correr del tiempo fui notando como siempre se repiten ciertas personalidades que me llaman mucho la atención, por lo simpáticas o nefastas, pero al fin y al cabo dignas de un análisis antropológico-social como el que sólo yo, un idiota sin ningún tipo de autoridad o conocimiento en la materia, le podía dar. A continuación, una clasificación de la fauna prebolichera argentina es un estudio digno de ser estudiado por todas las generaciones venideras.
El mitómano
Todos tenemos un mentiroso compulsivo entre las filas de nuestros seres queridos. Son graciosos, porque no solo ellos saben que están mintiendo, sino que también saben que el resto, antes de que comience a hablar, ya saben que va a decir algo que no es verdad.
Entonces, quizá en una charla de anécdotas de la infancia, vemos como el mentiroso toma la palabra y empieza: “Bueno, yo aprendí a leer sólo, un día agarré Así Habló Zaratustra y bueno, nada, salió”. Y si uno mira alrededor de la mesa, vemos como todos se tapan la boca, o se muerden el labio, hasta que uno estalla. “Crrrrrrrrrrrrrrrrjjjjjjjjjjjjjjj-juuuuuuuajajajajajajajajajajaja”, y el mentiroso se enoja. Se pone mal, porque no puede evitar que nadie le crea, cuando él mismo sabe que no está diciendo la verdad. Y por supuesto, siempre tenemos al desenmascarador de mentira que tiene EL DATO comprometedor.
“Pero che…. Juanito, ¿vos no era que no habías aprendido a leer como a los 12 porque tenías una dislexia gravísima?”. Y así, nos prestamos a ver un gran espectáculo: la habilidad del mentiroso para acomodarse a cualquier situación y hacer malavares con datos incomprobables.
“Bueno si… lo que pasa es que mi pediatra, el Dr. Carlos Tocapene, pensaba eso por un problema de miopía que tengo, y mi ocultista se lo negó porque me hizo siete estudios de fondo de ojo en una semana que me dieron que no, pero bueno, la obra social me terminó sacando la guita porque el sistema es así, un robo a mano armada”. Magistral.
Así, vimos como Juanito gambeteó la chicana y salió aireado con una fuerte critica al sistema de salud privada argentino.
El futbolero es un pesado. A donde lo invites, te cae con la remera de su club. Tiene la última camiseta titular, la suplente, la del arquero y 56 variedades de lo que el llama “casacas”. Ni hablar de buzos de entrenamiento y joggings que también tienen el escudo de su club.
Por lo general, siempre que va a bailar, si pasan alguna canción popular que tenga su versión tribunera, él la va a cantar agitando su brazo derecho. En otras palabras, la va a arruinar. Ejemplo, si pasan “Vení, Raquel”, el va a cantar, gritando y aplaudiéndose mientras busca apoyo, su versión. “Vamos All Boys, y vamos con los trapos, vamo’ a correr, a todos los borrachos, vamos la droga, el paco y robo armado”, aúlla orgulloso con su camiseta “del campeón”. Un personaje desagradable
El Gordo
El gordo es un copado porque se caga en todo. No le importa la ropa, la dieta, su olor ni su aspecto facial. Ni qué hablar de sus pelos, el gordo puede pelar bursada en una pileteada con minitas y exhibir su sweater de bello pectoral sin ningún problema.
El gordo se puede tirar un pedo enfrente de 12 princesas de Monaco, porque no le interesa, si a alguna le cabe, le cabe. Que tanto sol y dieta, la vida es una sola y el gordo la vive a base de eructos, flatulencias y chistes sobre su aliento a pizzaiola. Un verdadero rey de la personalidad. Todos los quieren, y muchos de ellos aseguran que, con la risa, si se coge.
La lesbiana heterosexual
Este tipo de mujer es de una nueva generación de fanáticas de Daria que se revelaron contra los hombres, por culpa de ellas. Los hombres dejaron de hablarles, o de acostarse con ellas, simplemente porque resultan desagradables. Por lo general tienen el pelo relativamente corto y negro, usan anteojos de marco grueso, dicen muchas malas palabras y les encanta hablar sucio de sexo, que dicen que tienen mucho pero es mentira. Cuando hablan de hombres, hablan de “los flacos” y los tratan como si fueran una suerte de objeto sexual. Hablan como si tuvieran muchos, que la verdad es que si tienen muchos es porque se les regalaron, no por virtud propia. Su papel es de “no importa nada y no tengo prejuicios al hablar de pija”. A la vez, hablan de manera libertina sobre sus intimidades. “Ay boluda, hoy me desperté toda chocolateada y me olvidé de ponerme el tampón”, dicen orgullosas. Además, hablan de los pedonchas que se tiraron en sus encuentros íntimos o por ejemplo, creen que eructar enfrente de los hombres es canchero. Bueno no. Dicho sea de paso, no lo es y resulta antierectivo.
Este prototipo de malfornicada suele tener muchos amigos, porque dicen que “las mujeres son todas putitas quilomberas” y piensan que ya no se puede confiar en un grupo de amigas. No les gusta nada, y por eso, se hacen las graciosas hablando de cómo se masturban. Cero sexy, pero a las mujeres normales les encanta escuchar a estas pelotudas criticar a la sociedad.
La putita camuflada de santa
Todos los grupos de minas tienen uno. A primera vista, uno podría imaginarse que les da vergüenza decir “pito”, y que no pueden pronunciar tal palabra porque se sonrojan. Cuando se juntan con un grupo de amigos-conocidos, parecen recluídas al principio, y copa a copa vemos como empiezan a soltarse jugando al yo nunca. Hasta que de repente, vemos que un atrevido muchacho dice: “Yo nunca le practiqué sexo oral a más de 3 hombres en la misma noche”. Y ella, tras un sutil “jijiji”, toma su vaso y se hecha un bruto trago. Estas mujeres son molestas para su grupo, ya que siempre retrasan la vuelta a casa porque desaparecen en manos de algún predador masculino.
El/La de alta autoestima injustificada
Pueden ser tanto hombre como mujer. Pero en todos los grupos de amigos existe ese ser humano que siente realmente lindo y agraciado, que cada tanto, en alguna discusión algo ríspida, le muestran al resto la suerte que tuvieron al nacer. Les puede faltar una oreja o hasta pueden tener un 73% de la musculatura facial paralizada por un problema de circulación sanguínea en su cerebro, pero ellos se sienten dioses. Entonces, quizá hasta tartamudeando, los escuchamos decir “bueno, yo me hago el canchero pero tengo con qué”. “Ah bueno”, piensan todos por adentro: “obvio que tenés con qué, tenés la cara de Gollum y la grasa en el pelo de Pocho
El Facha
El Facha adora que le digan el facha. Por lo general, suele estar bronceado, cae con pantalón roto, y una remera vieja, gastada y muy holgada. La posta es mostrar que aunque se cuelgue un repasador del cuello, le va a quedar bien porque a él no le interesa la moda. La verdad es que es mentira, y que cada prenda, cada rotura en su jean está cuidadosamente calculada.
El Facha no tiene otra cosa de qué hablar de con cuántas mujeres estuvo, y se vanagloria de ello de manera muy sutil. Te lo cuenta porque se lo preguntas, no porque el quiere contarlo “otra vez”. Y el facha te lo cuenta como si nada, cuando en el fondo está pensando “y… la verdad que yo soy un capo en esto, y como vos sos un feo, forro y pelotudo nunca podrías lograr una cosa igual”.
El Facha insulta a sus amigos tratándolos de “feos”, y su único recurso es atacar a su rival con recursos como “mirá tu panza” o molestarlo con el acné que él nunca tuvo porque es perfecto. Pero lo más gracioso es cuando este prototipo de perfecto imbécil nos cuenta cómo se la chamuyó y vos por adentro, mientras escuchás, pensás “cómo mierda hizo este pelotudo para levantarse una mina diciendo las pelotudeces que le dijo”. Pero si, son las injusticias de la vida.
El simpático conservador asesino
El cavernícola intelectual es muy normal en muchos grupos. Es un personaje que parece divertido, hasta que le sale el fascistoide del corazón. Por lo general, este tipo de personas entienden poco de ironías, y es en estos momentos en los que dejan entrever su dictadora personalidad oculta.
Por ejemplo, de repente, un judío, dice: “¡Claro! A los rusos hay que matarlos a todos, ¿no?·, en joda -por supuesto, ya que él es judío-.
De repente, vemos como nuestro pobre compañero, que lamentablemente heredó toda la caca que tienen sus papis en la cabeza, dice: “jajajaja Si mal, son re hijos de puta, Hitler era un capo y tenía razón”.
Y se genera un silencio de misa, incomodísimo. En el fondo, sentimos pena por ese tipo que queremos poco pero no sabemos cómo dejar de invitar a nuestras reuniones, ese ario al que no se puede culpar de nada. Hay que pegarle, como al cachorro por morder un almohadón, aunque lo haya hecho desde la pura inocencia. Deberíamos sentir hasta ternura e incluso acariciarle la cabeza como a un gato que se hizo caca porque todavía no aprendió a usar las piedritas. Este ser humano tiene popó en el cráneo, y sus amigos deberían tomarse el tiempo de enseñarle todas las cositas que no le explicaron sus padres pangermanos. Hay que enseñarle a no hablar cuando no se tiene un cerebrito funcionando en condiciones apropiadas.
El idealista
Este muchacho es un pesado y no tiene descanso. Quizá te encuentres con tus amigos, jugando al Winning Eleven, y deciden jugar una copa y a él le toca ser Inglaterra y vemos que se ofende, y dice que no –rotundamente-. “Compañeros, no seamos torpes, no nos dejemos alinear por un juego electrónico que pretende estupidizarnos, y fanatizarnos con jugadores electrónicos de un deporte pirata disfrazado de popular, el football es el opio de los pueblos, y si –en todo caso-, yo estuviera dispuesto a jugar, JAMÁS –y cuando digo jamás es que antes prefiero estar muerto-, eligiría una escuadra compuesta por 11 asesinos que tienen en sus museos las reliquias de nuestros pueblos, que les fueron secuestradas injustamente en épocas de imperialismo tan feroz como el acutal”, grita parado sobre el sillòn. Boah. Tranquilizate hermano, jugate un partidito que después tomamos mate y discutimos un rato sobre la conciencia de clase, pelotudo estressado.
La hueca
La hueca es un personaje tan alegre como inocente. Una hueca puede alegrar cualquier reunión con una intervención. Ejemplo, en un juego.
“Rapidito, rapidito para mi derecha países que empiecen con V larga como…. Venezuela”…
“Vulgaria”, dice segura, excitada y hasta contenta por lo rápido que le salió ese extraño país perdido en algún continente lejano.
La hueca no es mala y es incapaz de hacer daño, y siempre está la gorda que la trata mal, en vez de divertirse. “Mogólica, Bulgaria va con B larga, menos mal que tenes tetas porque sino no se como GARCHA sobrevivirías”, sentencia de manera cruel mientras todos permanecen callados como diciendo: “Bueno, para nena, relajá un toque que no está en juego la vida de nadie”.
Hay que tenerles paciencia y pueden ser sumamente útiles en momentos de aburrimiento.
La depresiva
La depresiva es una mina que la noche la arranca con todo, música, danza, locura y fondos –uno atrás del otro-. Pero el alcohol nunca le pega bien y, como otros personajes aquí mencionados, desaparece –siempre con una acompañante del mismo género-. El retorno de ésta mujer a la escena es terrible. El maquillaje corrido, los ojos hinchados y la nariz moqueante son algunas fijas en esta triste vuelta.
Pero en el ínterin entre la desaparición y la vuelta, muchos tienen la mala suerte de entrar el baño y encontrarse con esta mujer ebria, destrozada y hasta vomitada, gritando que “es un asco, que no le gusta a nadie y que se quiere morir por gorda y fea”. El pobre intruso que se come el garrón este de haber entrada al baño equivocado, se queda paralizado, y mira a las dos mujeres, en esta actitud casi lésbica, sentadas en el inodoro compartiendo el dolor de pensar que son horrendas. La situación es complicada, y muchos la resuelven con un portazo sin decir una palabra, y aguantando la risa cuando ven a las volviendo a la mesa diciendo que no pasó nada, que sólo está con alergia.
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